domingo, 7 de febrero de 2016

El Carnaval y las XL Horas



El Carnaval y las XL Horas


El domingo, lunes y martes de Quincuagésima hánse convertido para el pueblo en domingo, lunes y martes de Carnaval1, o sea, en una serie grotesca de diversiones y mascaradas, reliquias vergonzosas del paganismo, que suelen ir acompañadas de graves excesos y pecados. El doloroso espectáculo de este casi general desenfreno de la sociedad cristiana, obligó a la Iglesia, en el siglo XVI, a establecer el Triduo de desagravio de las XL Horas, por el estilo de las preces y penitencias expiatorias que hubo de prescribir, en los primeros siglos, para contrarrestar los estragos de las saturnales y bacanales paganas.
En su origen el Carnaval es la prolongación y clausura de las fiestas paganas que, en siglos de barbarie, se organizaban en seguida de Navidad para celebrar la salida y entrada del año. Entonces, dominando como dominaba la sociedad pagana sobre la cristiana, tenían estos festejos su explicación; pero no la tienen hoy, al menos que reconozcamos —lo que es harto triste— que se ha semipaganizado nuestra sociedad, o que no ha podido dominar todavía sus instintos de barbarie. El hecho es que el Carnaval existe en todo el mundo, y que, en algunos países, se anticipa de varias semanas al domingo de Quincuagésima, en otros se prolonga por casi toda la Cuaresma, y, en los que menos, dura no sólo un triduo, sino toda la semana. Pero como las extravagancias y los abusos carnavalescos llegan a su colmo en estos tres días, la Iglesia ha introducido en ellos la solemne Exposición del Santísimo, conocida bajo el título de las XL Horas, de que trataremos a su debido tiempo.

El miércoles de ceniza y días siguientes.

Los cuatro últimos días del Tiempo de Septuagésima fueron declarados de ayuno por San Gregorio Magno, en el siglo VI, para completar con ellos el número cuarenta del ayuno cuaresmal. Por eso el miércoles de ceniza lleva en la liturgia el título oficial de caput jejunii (comienzo del ayuno), como el primer domingo de Cuaresma llevaba en los antiguos Sacramentarlos el de caput Quadragesimæ (comienzo de la Cuaresma). No es, pues, el miércoles de ceniza al principio de la Cuaresma, sino del ayuno cuaresmal.
Ya en el siglo IV, y mucho antes por lo tanto que San Gregorio eligiera el Miércoles de Ceniza para inaugurar los ayunos de Cuaresma, tenía este día un carácter penitencial; pues señalaba para los pecadores públicos el principio de la penitencia canónica, que debía terminar el Jueves Santo con la absolución de los mismos. Los penitentes se presentaban por la mañana en el templo para confesar sus pecados, y si éstos habían sido graves y públicos, recibían del penitenciario un hábito forrado con áspero cilicio y cubierto de ceniza, con el que se retiraban a un monasterio de las afueras de la ciudad, para cumplir la penitencia cuadragesimal2. Al desaparecer, hacia el siglo XI, la práctica de la penitencia pública, la imposición de la ceniza que hasta entonces sólo recaía sobre los penitentes, empezó a hacerse general para todos los fieles y convirtióse en el rito actual.
Por lo mismo que estos cuatro días no pertenecen propiamente a la liturgia de Cuaresma, se rigen como todos los anteriores por las rúbricas de la Septuagésima, si bien gozan del privilegio de la Misa “estacional” propia, con su correspondiente “oración sobre el pueblo”, de que luego hablaremos. Las Vísperas del sábado, como primeras de Cuaresma, tienen lugar antes del mediodía.
Las oraciones colectas de todas estas misas insisten en la misma idea de encomendar a Dios los ayunos de los cristianos, para que éstos los observen devota y varonilmente, y Él los acepte en expiación de sus pecados. La del sábado merece ser tenida en cuenta durante toda la Cuaresma, pues establece que “este solemne ayuno ha sido instituido con la saludable intención de curar los cuerpos y las almas”. ¡Adviértanlo bien los que temen desfallecer de debilidad si se atienen a la ley, hoy ya harto relajada, del ayuno eclesiástico!
________________________
1 La palabra Carnaval, la hacen muchos derivar de las dos italianas, carne, vale (carne, ¡adiós!), que significaría el desenfreno total de la sensualidad en estos días. Otros prefieren derivarla de carnelevamen (supresión o alzamiento de la comida de carnes), que tiene su equivalente en la denominación bastante usada de carnestolendas (de caro carne, y tollenda = que debe suprimirse). Pero dícese que la mejor fundada etimología es la de currus navalis (carro-naval), debido a que en Grecia, en el imperio romano, y entre los teutones y celtas, la diversión más típica y preferida consistía en pasear por las calles de las ciudades un barco rodado sobre el que iban cantando y danzando desenvueltamente cuadrillas de enmascarados. (Cf. Encicl. Espasa: Carnaval.)

2 He aquí el origen de las “cuarentenas” usadas todavía hoy en las concesiones de indulgencias.

Fuente; DOM ANDRÉS AZCÁRATE, O.S.B. ; La Flor de la Liturgia; Buenos Aires, Abadía San Benito.





No hay comentarios.:

Publicar un comentario