El Carnaval y
las XL Horas
El
domingo, lunes y martes de Quincuagésima hánse convertido para el pueblo
en domingo, lunes y martes de Carnaval1, o sea, en una serie grotesca de
diversiones y mascaradas, reliquias vergonzosas del paganismo, que suelen ir
acompañadas de graves excesos y pecados. El doloroso espectáculo de este casi
general desenfreno de la sociedad cristiana, obligó a la Iglesia, en el siglo
XVI, a establecer el Triduo de desagravio de las XL Horas, por el estilo
de las preces y penitencias expiatorias que hubo de prescribir, en los primeros
siglos, para contrarrestar los estragos de las saturnales y bacanales paganas.
En
su origen el Carnaval es la prolongación y clausura de las fiestas paganas que,
en siglos de barbarie, se organizaban en seguida de Navidad para celebrar la
salida y entrada del año. Entonces, dominando como dominaba la sociedad pagana
sobre la cristiana, tenían estos festejos su explicación; pero no la tienen
hoy, al menos que reconozcamos —lo que es harto triste— que se ha
semipaganizado nuestra sociedad, o que no ha podido dominar todavía sus
instintos de barbarie. El hecho es que el Carnaval existe en todo el mundo, y
que, en algunos países, se anticipa de varias semanas al domingo de
Quincuagésima, en otros se prolonga por casi toda la Cuaresma, y, en los que
menos, dura no sólo un triduo, sino toda la semana. Pero como las
extravagancias y los abusos carnavalescos llegan a su colmo en estos tres días,
la Iglesia ha introducido en ellos la solemne Exposición del Santísimo,
conocida bajo el título de las XL Horas, de que trataremos a su debido
tiempo.
El
miércoles de ceniza y días siguientes.
Los
cuatro últimos días del Tiempo de Septuagésima fueron declarados de
ayuno por San Gregorio Magno, en el siglo VI, para completar con ellos el número
cuarenta del ayuno cuaresmal. Por eso el miércoles de ceniza lleva en la
liturgia el título oficial de caput jejunii (comienzo del ayuno), como
el primer domingo de Cuaresma llevaba en los antiguos Sacramentarlos el de caput
Quadragesimæ (comienzo de la Cuaresma). No es, pues, el miércoles de ceniza
al principio de la Cuaresma, sino del ayuno cuaresmal.
Ya
en el siglo IV, y mucho antes por lo tanto que San Gregorio eligiera el
Miércoles de Ceniza para inaugurar los ayunos de Cuaresma, tenía este día un
carácter penitencial; pues señalaba para los pecadores públicos el principio de
la penitencia canónica, que debía terminar el Jueves Santo con la absolución de
los mismos. Los penitentes se presentaban por la mañana en el templo para
confesar sus pecados, y si éstos habían sido graves y públicos, recibían del
penitenciario un hábito forrado con áspero cilicio y cubierto de ceniza, con el
que se retiraban a un monasterio de las afueras de la ciudad, para cumplir la
penitencia cuadragesimal2. Al desaparecer,
hacia el siglo XI, la práctica de la penitencia pública, la imposición de la
ceniza que hasta entonces sólo recaía sobre los penitentes, empezó a hacerse
general para todos los fieles y convirtióse en el rito actual.
Por
lo mismo que estos cuatro días no pertenecen propiamente a la liturgia de
Cuaresma, se rigen como todos los anteriores por las rúbricas de la
Septuagésima, si bien gozan del privilegio de la Misa “estacional” propia, con
su correspondiente “oración sobre el pueblo”, de que luego hablaremos. Las
Vísperas del sábado, como primeras de Cuaresma, tienen lugar antes del mediodía.
Las
oraciones colectas de todas estas misas insisten en la misma idea de encomendar
a Dios los ayunos de los cristianos, para que éstos los observen devota y
varonilmente, y Él los acepte en expiación de sus pecados. La del sábado merece
ser tenida en cuenta durante toda la Cuaresma, pues establece que “este solemne
ayuno ha sido instituido con la saludable intención de curar los cuerpos y las
almas”. ¡Adviértanlo bien los que temen desfallecer de debilidad si se
atienen a la ley, hoy ya harto relajada, del ayuno eclesiástico!
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1 La palabra Carnaval,
la hacen muchos derivar de las dos italianas, carne, vale (carne,
¡adiós!), que significaría el desenfreno total de la sensualidad en estos días.
Otros prefieren derivarla de carnelevamen (supresión o alzamiento de la
comida de carnes), que tiene su equivalente en la denominación bastante usada
de carnestolendas (de caro — carne, y tollenda = que debe
suprimirse). Pero dícese que la mejor fundada etimología es la de currus
navalis (carro-naval), debido a que en Grecia, en el imperio romano, y
entre los teutones y celtas, la diversión más típica y preferida consistía en
pasear por las calles de las ciudades un barco rodado sobre el que iban
cantando y danzando desenvueltamente cuadrillas de enmascarados. (Cf. Encicl.
Espasa: Carnaval.)
2 He aquí el
origen de las “cuarentenas” usadas todavía hoy en las concesiones de
indulgencias.
Fuente; DOM ANDRÉS AZCÁRATE, O.S.B. ; La Flor de la Liturgia; Buenos Aires, Abadía San Benito.
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