sábado, 3 de noviembre de 2012

4 de Noviembre: DOMINGO 23º DESPUÉS DE PENTECOSTÉS


 

DOMINGO 23º DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

II Clase - Ornamentos verdes

   
   El tiempo después de Pentecostés es imagen de la larga peregrinación que la Iglesia recorre hasta llegar al cielo, y estos Domingos describen sus últimas etapas. Por eso precisamente se leen por ahora en el Breviario los escritos de los Profetas mayores y menores, que nos anuncian lo que ocurrirá hacia el fin del mundo.
   Cuando los caldeos hubieron deportado los judíos a Babilonia, recorrió JEREMÍAS las ruinas de Jerusalén, pronunciando sus Lamentaciones y diciendo: “Mira, Señor, que ha caído postrada en la desolación la ciudad antes nadando en riquezas, que está asentada en la tristeza la señora de las Naciones. Llorando está día y noche, y sus lágrimas surcan sus mejillas” (Resp. 2º, Dom. 1º de nov.). 
   Pero el mismo Profeta canta sobre esas ruinas el advenimiento del Mesías, el cual habrá de restaurar todas las cosas: “El Señor ha redimido a su pueblo y le ha libertado; y vendrán y saltarán de júbilo en el monte Sión y se alegrarán con los bienes del Señor” (Resp. 1º, Lun. 2º sem.). Además, Jeremías fue una figura de las más expresivas de Jesús paciente, y grande su prestigio de santidad.
   Uno de los cautivos de Babilonia fue el sacerdote EZEQUIEL. Había éste vaticinado el cautiverio de su pueblo de Israel, cuando dijo: “Ahora el fin viene sobre ti (Jerusalén), y enviaré mi furor contra ti, y te juzgaré según tus caminos, y no tendré conmiseración de ti” (1ª lec., Miérc. 2ª sem.). Ezequiel tiene páginas en extremo consoladoras, en que nos habla de la bondad divina para con el pecador, y cómo no quiere sino “que el impío salga de su mal camino, y que viva”. Entre las muchas y muy misteriosas visiones y profecías con que fue favorecido del cielo, tuvo Ezequiel una en que el Señor le mostró sobre un alto monte el Templo futuro, indicándole el culto perfecto que de su pueblo esperaba el día que Él lo volviese a plantar en las colinas eternas de Sión (1ª lec., Viern. sem.).
  
-DANIEL que estuvo también cautivo en Babilonia, fue gran privado del rey Nabucodonosor, haciéndose querer y distinguiéndose por sus grandes prendas y por su apego a la santa Ley de Dios, pues, a trueque de guardarla, no temió perder la privanza regia, ni bajar al foso de los leones. Dios los amansaría; y Dios los amansó y nada le hicieron. “Varón de grandes deseos”, el Señor le favoreció siempre y dióle la gracia de interpretar los sueños. Él descifró el enigma del sueño de Nabucodonosor, en que vio una piedrecita rodada del monte derribar la estatua magna hecha de oro, de plata, de hierro y de barro. Esa piedrecita era figura de Cristo, el cual, en la humildad de su carne mortal, derrumbó al mundo y al demonio con todo su poderío, a esos colosos de mucha apariencia y de poca consistencia representados en la estatua misteriosa (Lun. sem.). También acabó con el ídolo Dagón, o sea, que dio al traste con el demonio y con todo su imperio, anunciando de un modo certero la próxima venida de Cristo Rey, fijando el número de semanas de años que faltaban hasta su venida.
   La profecía de Oseas se lee también en estos días (4ª sem. de nov.). Oseas anunció asimismo la ruina del reino de Israel y la vocación de los gentiles a la religión verdadera, de ese pueblo antes maldito pero a quien se dirá algún día : “ Vosotros sois los hijos del Dios vivo” (Noct. 1°, 4ª sem.). También afirma el santo profeta que los mismos judíos carnales al fin creerán en el único Dios verdadero, en Cristo, reconociendo al que es piedra angular, que vino a derrumbar la valla de separación que dividía al pueblo judío del gentil; pues todos, por la gracia de Cristo, podrán ser hijos de Abrahán según el espíritu, y compartir sus promesas. (S. Agustin).
  
Afirma también Oseas que “los hijos de Israel se quedarán durante largos días sin rey y sin príncipe, sin sacrificio y sin altares, sin sacerdocio y sin profecías”. Y ¿quién no ve todo esto cumplido al pie de la letra? (3º Noct.. 4ª sem.).
  
Oseas tuvo asimismo atisbos certeros de la resurrección futura, cuando dijo: “Venid y volvamos al Señor, porque Él que nos tomó, nos sanará; Él que nos hirió nos curará. Nos vivificará después de dos días, en el día tercero nos resucitará y viviremos junto a Él”. 
   Esto, en parte, ya se ha verificado al resucitar Cristo nuestra Cabeza; pero se realizará más cumplidamente en el día de la resurrección general de los cuerpos, al fin de los tiempos, representados en estos postreros días del ciclo litúrgico.
   Veamos ahora de explicar la misa de hoy a la luz de las enseñanzas anteriores. Que los gentiles serán llamados al reino de Dios y curados antes que los mismos judíos, nos lo dice el Evangelio en que vemos al Señor sanando antes a la hemorroísa gentil que a la hija de Jairo. Jesús pasó a los gentiles cuando se vio desechado por los judíos, haciéndose con ello indignos de la vida eterna.
   Todo en la Epístola nos habla de las esperanzas que abrigamos para el último día, si no hacemos de esta tierra nuestro paraíso de delicias. Todos resucitaremos, como la hija de Jairo, “al oir la voz del hijo de Dios” (Joan.). Aquel día supremo reunirá Dios los cautivos dispersos (Ant. de Entrada), cesará el cautiverio de Jacob (Ant. de Entrada), y Dios nos librará de los que nos odian (Grad.).
  
Ahora en el destierro, los pueblos han clamado al Señor pidiéndole les oiga (Alel., Ant. del Ofertorio) y como “la redención de Dios es copiosa, Él redimirá a su pueblo de todas sus iniquidades”. Todos estamos interesados en esta magna obra de nuestra salud, que de continuo se opera universal y privadamente. Pidamos a Dios con la Iglesia “que continúe hasta la perfección la obra que, sin mérito alguno de nuestra parte, ha comenzado en nosotros” (Secr.).
  
El párroco celebra hoy la misa por sus feligreses.

 

Antiphona ad Introitum. Jer. 29, 11, 12 et 14. Dicit Dóminus: Ego cógito cogitatiónes pacis, et non afflictiónis: invocábitis me, et ego exáudiam vos: et redúcam captivitátem vestram de cunctis locis. Ps. 84, 2. Benedixísti, Dómine, terram tuam: avertísti captivitátem Jacob. V. Glória Patri.
  Antífona de Entrada.
Dice el señor: Yo abrigo pensamientos de paz, y no de cólera; me invocaréis, y Yo os oiré; y haré volver a vuestros cautivos de todos los lugares.  Ps. Has bendecido, Señor, a tu tierra; has terminado con la cautividad de Jacob. V. Gloria al Padre.

Oratio

Absólve, quaésumus, Dómine, tuórum delícta populórum: ut a peccatórum néxibus, quae pro nostra fragilitáte contráximus, tua benignitáte liberémur. Per Dóminum.

    Oración

Rogámoste, Señor, absuelvas a tu pueblo de sus delitos; para que seamos libres, por tu bondad, de los lazos de los pecados, que nuestra flaqueza nos ha hecho cometer. Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

Epístola

   San Pablo llora la muerte de los hombres sensuales, cuyo dios parecen ser los placeres del cuerpo y cuyo paradero será la corrupción y el infierno; y, en cambio, exhorta a vivir celestialmente, para resucitar un día gloriosos con Cristo.

Léctio Epístolae beáti Pauli Apóstoli ad Philippénses.
Philipp. 5, 17-21; 4, 1-3.
Fratres: Imitatóres mei estóte, et obsérvate eos qui ita ámbulant, sicut habétis formam nostram. Multi enim ámbulant, quos saepe dicébam vobis (nunc autem et flens dico) inimícos crucis Christi: quorum finis intéritus: quorum Deus venter est: et gloria in confusióne ipsórum, qui terrena sápiunt. Nostra autem conversátio in caelis est: unde étiam Salvatórem exspectámus, Dóminum nostrum Jesum Christum, qui reformábit corpus humilitátis nostrae, configurátum córpori claritátis suae, secúndum operatiónem, qua étiam possit subjícere sibi ómnia. Itaque, fratres mei caríssimi, et desideratíssimi, gáudium meum et corona mea: sic state in Dómino, caríssimi. Evódiam rogo et Sýntychen déprecor idípsum sápere in Dómino. Etiam rogo et te, germáne compar, ádjuva illas, quae mecum laboravérunt in Evangélio cum Cleménte et céteris adjutóribus meis, quorum nómina sunt in libro vitae.
 
   Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a los Filipenses.
Hermanos: Sed imitadores míos, y mirad a los que andan según el modelo que tenéis mí. Porque hay muchos, de quienes otras veces os he hablado (y ahora lo repito llorando), que son enemigos de la cruz de Cristo: cuyo fin es la muerte, cuyo dios es el vientre; y ponen su gloria precisamente en lo que les debía servir de confusión; que gustan sólo de las cosas terrenas. Mas, nuestra morada está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, Nuestro Señor Jesucristo, el cual reformará nuestro flaco cuerpo para hacerlo conforme a su cuerpo glorioso, con el poder con que tiene sujetas a sí todas las cosas. Por tanto, carísimos y amadísimos hermanos míos, gozo mío y corona mía: estad así firmes en el Señor, carísimos. Ruego a Evodia y suplico a Síntica(1)  que sientan lo mismo en el Señor, y también te ruego a ti, fiel compañero, que asistas a aquellos que trabajaron conmigo en favor del Evangelio con Clemente(2) y los demás que nos ayudaron, cuyos nombres están en el libro de la vida. 

 

Graduale. Ps. 43, 8-9. Liberásti nos, Dómine, ex affligéntibus nos: et eos, qui nos odérunt, confudísti. V. In Deo laudábimur tota die, et in nómine tuo confitébimur in saécula.
 
Allelúja, allelúja. V. Ps. 129, 1-2.  De profúndis clamávi ad te, Dómine: Dómine, exáudi oratiónem meam. Allelúja.
Gradual. Señor, Tú nos has librado de aquellos que nos afligían, y has confundido a los que nos aborrecían. V. En Dios nos gloriaremos todo el día y en tu nombre te alabaremos en los siglos. 
 
 
Aleluya, aleluya. V. Desde el abismo clamé a Ti, Señor; Señor, escucha mi oración. Aleluya.

Evangelio

     Dios premia la fe de una humilde mujer y de un personaje público con sendos milagros, para alentar la nuestra y demostrarnos que Él no hace acepción de personas, sino que sólo mira nuestras disposiciones.

U Sequéntia sancti Evangélii secúndum Matthaéum.
Mt. 9, 18-26
In illo témpore: Loquénte Jesu ad turbas, ecce princeps unus accéssit et adorábat eum, dicens: Dómine, filia mea modo defúncta est: sed veni, impóne manum tuam super eam, et vivet. Et surgens Jesus sequebátur eum et discípuli eius. Et ecce múlier, quae sánguinis fluxum patiebátur duódecim annis, accéssit retro et tétigit fímbriam vestiménti ejus. Dicébat enim intra se: Si tetígero tantum vestiméntum ejus, salva ero. At Jesus convérsus et videns eam, dixit: Confíde, filia, fides tua te salvam fecit. Et salva facta est múlier ex illa hora. Et cum venísset Jesus in domum príncipis, et vidísset tibícines et turbam tumultuántem, dicébat: Recédite: non est enim mórtua puélla, sed dormit. Et deridébant eum. Et cum ejécta esset turba, intrávit et ténuit manum ejus. Et surréxit puélla. Et éxiit fama haec in univérsam terram illam.
Credo.
  U Continuación del Santo Evangelio según San Mateo.
En aquel tiempo: Mientras hablaba Jesús a las turbas, llegóse a Él un príncipe, y lo adoró diciendo: Señor, acaba ahora  morir mi hija; pero ven, pon tu mano sobre ella, y vivirá. Levantóse Jesús y le fue siguiendo, acompañado de sus discípulos. Al mismo tiempo una mujer, que padecía doce años flujo de sangre, llegándose por detrás, tocó la orla de su vestido. Porque se decía: Si logro tocar tan sólo su vestido, quedaré sana. Volviéndose Jesús, y mirándola dijo: Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado. Y quedó sana la mujer desde aquella hora. Cuando llegó Jesús a la casa de aquel príncipe, y vio a los tañedores de flautas y la multitud alborotada, dijo: Retiraos; pues la muchacha no está muerta, sino que duerme(3). Y se burlaban de Él. Expulsada la turba(4), entró Jesús y tomó a la joven por la mano, levantándose ésta al instante. Y la fama de este milagro corrió por toda aquella tierra.    
Credo.

 

Antiphona ad Offertorium. Ps. 129, 1-2. De profúndis clamávi ad te, Dómine: Dómine, exáudi oratiónem meam: de profúndis clamávi ad te, Dómine.
Antífona del Ofertorio.
Desde el abismo clamé a Ti, Señor; Señor, oye mi oración; desde el abismo clamé a Ti, Señor. 
Secreta
Pro nostrae servitútis augménto sacrifícium tibí, Dómine, laudis offérimus: ut, quod imméritis contulísti, propítius exsequáris. Per Dóminum.
 

         Secreta

Afirmando una vez más nuestra servidumbre, te ofrecemos, Señor, este Sacrificio de alabanza; para que sigas dándonos propicio lo que sin merecerlo nos concediste. Por nuestro Señor Jesucristo.

Prefacio de la Santísima Trinidad

Vere dignum et justum est,
aequum et salutáre, nos tibi
semper et ubíque grátias ágere:
Dómine, sancte Pater, omnípotens aetérne Deus: Qui cum unigénito Fílio tuo et Spíritu Sancto unus es Deus, unus es Dóminus: non in uníus singularitáte persónae, sed in uníus Trinitáte substántiae. Quod enim de tua glória, revelánte te, crédimus, hoc de Fílio tuo, hoc de Spíritu Sancto sine differéntia discretiónis sentímus. Ut in confessióne verae sempiternaéque Deitátis, et in persónis propríetas, et in esséntia únitas, et in majestáte adorétur aequálitas. Quam laudant Ángeli atque Archángeli, Chérubim quoque ac Séraphim: qui non cessant clamáre quotídie, una voce dicéntes:
 
   Sanctus, Sanctus, Sanctus...
Verdaderamente es digno y justo, equitativo y saludable, que te demos gracias siempre y en todo lugar: Señor, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno. Quien, con tu Hijo unigénito y el Espíritu Santo, eres un solo Dios, eres un solo Señor: no en la unidad de una sola persona, sino en la Trinidad de una sola sustancia. Por lo cual, cuanto nos has revelado de tu gloria, lo creemos también de tu Hijo y del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que, al reconocer una sola verdadera y eterna Divinidad, sea también adorada la propiedad en las personas, la unidad en la esencia y la igualdad en la majestad. A la cual alaban los Ángeles y los Arcángeles, los Querubines y los Serafines, que no cesan de cantar diariamente, diciendo a una voz:
Santo, Santo, Santo, etc.

 

Antiphona ad Communionem. Marc. 11, 24.  Amen dico vobis, quidquid orántes pétitis, crédite quia accipiétis, et fiet vobis.
Antífona de Comunión.
En verdad os digo que todo lo que pidiereis en la oración, creed que lo recibiréis, y os sucederá conforme a vuestro deseo.

Postcommunio

Quaésumus, omnípotens Deus: ut, quos divína tríbuis participatióne gaudére, humánis non sinas subjacére perículis. Per Dóminum.

   Postcomunión

Rogámoste, oh Dios omnipotente, no permitas estén sujetos a los peligros humanos aquellos a quienes concedes participar de los divinos misterios. Por nuestro Señor Jesucristo.

 


 

·         (1) Probablemente estos dos personajes eran dos Diaconisas que habían colaborado con San Pablo y que ahora no se entendían bien entre ellas.
·         (2) Este Clemente es el sucesor de San Pedro en la sede papal de Roma, después de Lino y San Cleto.  
·         (3) En realidad, la niña estaba muerta; pero Jesús les quería significar que su muerte iba a durar menos que un sueño, por virtud de su omnipotencia. Y así también, comparada con la eternidad, la muerte de los hombres es un sueño fugaz, del que Jesucristo, Dios de vivos y muertos, nos despertará el día de la resurrección universal.
·         (4) En la soledad y en el silencio es donde Dios obra sus mayores milagros. La gente y el alboroto del mundo estorban.
   NOTA: Como la fiesta de Pascua, sujeta a cambios lunares, es movible, pudiendo caer entre el 22 de Marzo y el 25 de Abril, sucede que, cuando viene pronto, el Tiempo después de Pentecostés tiene a lo menos 23 semanas, y cuando viene tarde, a lo más 28 con otros tantos Domingos. Por tanto, cuando hay mas de 24 Domingos después de Pentecostés, como no hay misas mas que para 24, se toman después del 23° (por lo que respecta a las Oraciones, Epístola y Evangelio) las misas de los Domingos que se hubieron de suprimir después de Epifanía, según el orden siguiente:
   a) si hay 25 domingos, en el 24° se dice la Misa del Domingo 6° después de Epifanía;
   b) si hay 26 Domingos, en el 24° se dice la Misa del 5° Domingo después de Epifanía, y en el 25°, la del 6° Domingo;
   c) si hay 27 Domingos, en el  24° se dice la Misa del 4° Domingo después de Epifanía, en el 25°, la del 5° y en el 26°, la del 6° Domingo;
   d) si hay 28 Domingos, en el 24° se dice la Misa del 3° Domingo después de Epifanía, en el 25° la del 4°, en el 26° la del 5°, y en el 27° la del 6° Domingo.
   En el último lugar se pone, sin embargo, siempre el que en el orden corresponde al 24° después de Pentecostés, omitidos, si fuere necesario, los demás Domingos que no pueden tener lugar.
   En todos estos casos, es decir, cuando las Misas de los Domingos 3°, 4°,5° y 6° después de Epifanía se celebran en el Tiempo después de Pentecostés, la Antífona de Entrada, Gradual, Aleluya, Antífona del Ofertorio y Antífona de Comunión son los del Domingo 23° después de Pentecostés.
 


 
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